Si el espíritu cooperativo se pudiera medir en altura, los suricatas serían gigantes. Viven en grupos de hasta 40 miembros, entre todos custodian y cuidan sus territorios.
Una madre suricata debe alimentarse a diario para mantener su provisión de leche, y el padre suricata debe proteger a su compañera, así que otros miembros del grupo se turnan para proveer el cuidado del día. Los cuidadores, al permanecer todo el día sin comida, pueden perder hasta el dos por ciento de su peso.
Colocado en un lugar elevado, un centinela vigila para que los compañeros de su grupo puedan alimentarse sin riesgo. Cuando algún predador amenaza, el guardián emite una alarma que hace que todos los suricatas se escondan en los “hoyos del refugio” más cercanos. Un sonido agudo y constante, que los investigadores llaman “el canto del vigilante”, indica que todo está bien.
Con la cola levantada y el ojo atento, los suricatas corren a refugiarse cuando pueden y se lanzan a la batalla cuando deben. Al pelear como una turba enfurecida, pueden ahuyentar a predadores tan temibles como un chacal.
Los suricatas son expertos cavadores, con garras semejantes a rastrillos en sus cuatro patas. En busca de comida, entre cinco y ocho horas al día, a menudo se entierran completamente para encontrar alimentos potenciales.
Los cazadores experimentados comparten su presa con las crías que apenas están aprendiendo a buscar su comida, pero a los tres o cuatro meses de edad, los jóvenes deben estar listos para alimentarse solos.
El abrazo de una de las “niñeras” es capaz de suavizar las pequeñas humillaciones de la vida. Con un cuidador que comparte su calor corporal, el metabolismo de un cachorro canaliza sus energías para crecer y ganar peso. El cuerpo del suricata pierde calor fácilmente, lo que ayuda a los adultos que buscan comida en el calcinante Kalahari. Sin embargo, cuando la temperatura desciende al anochecer, el grupo completo se retira a la seguridad de la madriguera.
Atento al mínimo cambio de las sombras, los cachorros aprenden muy pronto de sus mayores a agudizar la vista, el olfato y el oído. Quizás la mayor responsabilidad de una “niñera” sea proteger a los jóvenes de los ataques de los suricatas vecinos que desean expandir su territorio.
Los suricatas solo están activos durante el día; y quizás porque ellos mismos son la presa de una gran variedad de aves y mamíferos, saben reconocer rápidamente el peligro e ignoran a los animales que no les representan una amenaza.
Los suricatas nos pueden ofrecer información vital sobre el desarrollo de la cooperación entre mamíferos. De acuerdo con la lógica evolutiva, el éxito de un individuo generalmente se mide por el número de crías que tiene, pero algunos suricatas pasan gran parte de su vida, si no es que toda, ayudando a que otros críen a sus cachorros en vez de engendrar los propios. Esta conducta aparentemente altruista se puede hallar en muy pocos mamíferos.
El sistema de crianza poco común de estos animales plantea interrogantes que llegan hasta la raíz de nuestro entendimiento sobre las sociedad cooperativas, incluida la nuestra. ¿Por qué las crías maduras permanecen en el grupo de sus padres en lugar de dispersarse para engendrar? ¿Por qué corren riesgos y emplean tiempo y esfuerzo en ayudar a las crías de otros miembros? ¿Cómo es que los miembros del grupo dividen sus responsabilidades y coordinan sus contribuciones? ¿Cómo se aseguran de que todos los miembros del grupo hagan su parte?
Los suricatas redefinen la cooperación. Las teorías evolutivas predicen que los animales ayudarán ante todo a sus parientes más cercanos, pero entre los suricatas lo que rige es la lealtad al grupo. Todos, aún los recién llegados sin parentesco, comparten por igual las cargas y beneficios del grupo.
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TIMÓN: El Suricata más famoso. |
Entre los suricatas, como entre otros criadores cooperativos, todos los miembros del grupo ayudan de buena gana a criar los jóvenes, sean o no sus parientes. La respuesta, por lo menos para los suricatas, es la interdependencia. Todos se benefician de vivir en un grupo más grande y todos sufren cuando el tamaño del grupo decrece: los grupos pequeños pasan parte de su tiempo sin centinelas. Mientras más grande sea el grupo, habrá más individuos para alimentar a los cachorros, que crecerán más rápido y tendrán más posibilidades de sobrevivir.
Extraído de Revista Nacional Geographic / Español / Setiembre 2002